Como todo proceso, el divorcio emocional tiene etapas.
No se sienten debido a que la elección no es voluntaria. En la gran mayoría de los casos no existe una elección consciente de este divorcio, a diferencia del divorcio jurídico. Y en la mayoría de los matrimonios se instaura después de meses o años de disputas, desilusiones, ofensas y frustraciones. No es un cambio en escalón. Abrupto. Es en pendiente. Una pendiente que regularmente tiene un declive muy suave. Casi imperceptible. Pero de manera continua por años.
A veces tengo personas que afirman que “me dejó de querer de un día para el otro” pero no. Más bien ellos se dieron cuenta de eso después de un periodo importante de desinterés hacia la relación. Mientras los sentimientos provocados por el divorcio como la culpa, el coraje, la tristeza, etc., sigan presentes en nuestra vida, seguimos atados a nuestra expareja y no ha concluido el divorcio emocional. Aunque hayamos firmado los papeles o hayamos dejado de vivir juntos hace muchos años. Desde el momento en que uno de los dos (regularmente) toma firmemente la decisión de divorciarse emocionalmente, hasta la recuperación total, podemos hablar de 5 etapas, que son:
1. Notificación/Shock/Negación: Es cuando nos piden hablar. Cuando nos piden “un tiempo”. Este momento trae aparejados sentimientos de culpa, pérdida de la autoestima, aislamiento, dificultades para atender otros temas y, en algunos casos, ansiedad e incluso depresión. Esta etapa se da, principalmente, cuando uno de los miembros de la pareja quiere el divorcio y el otro no se lo espera, aunque sea una relación de constantes conflictos. Ante la noticia del divorcio, ya como un hecho inevitable, el dolor puede ser tan intenso que la mente, como una manera de protegerse y prepararse para enfrentar el dolor, mantiene a la persona en un estado de insensibilidad.
La persona está como en trance, aturdido o anestesiado emocionalmente y nada le parece real. Esta situación puede durar unas horas, días o incluso un par de semanas. Cuando se empieza a tomar consciencia de la realidad, la tendencia es a negarla o a quitarle importancia. Es una actitud automática, no consciente. La finalidad de nuestra mente es similar a la de la etapa anterior. Alejarnos del dolor. Es cuando podemos tener pensamientos como: "En estos momentos está enojado, pero se le va a pasar" o "Lo dice para asustarme".
La negación puede alternarse con momentos en los que nos sentimos fuera de control, no entendemos lo que sucede, etc. Podemos empezar a tener problemas de insomnio, memoria, concentración y se alteran nuestros hábitos alimenticios (comemos demasiado o dejamos de comer). Esta etapa es variable en su duración, pero poco a poco empezamos a aceptar que es en serio y que la relación no durará.
2. Planeamiento de la ruptura/Caos/Enojo: En esta etapa la pareja debe repartir sus bienes, su patrimonio y lograr acuerdos sobre el futuro de los hijos. En esta etapa son comunes la rabia, la descalificación mutua, los sentimientos y las conductas agresivas. A medida que vamos aceptando que nuestro matrimonio o nuestra relación ya se terminó, empezamos a tomar consciencia de todo lo que significa. Reconocemos la perdida de la relación y de lo que implica estar casado, de nuestro proyecto de vida en común, de los buenos tiempos que compartimos, etc. Habrá cambios en nuestra situación a nivel económico, social, familiar y diferentes emociones intensas, que pueden durar días o semanas o que pueden cambiar rápidamente, provocando que, en un mismo día, pasemos de una a otra rápidamente. Aunque estos cambios repentinos y la falta de control emocional (caos) puede angustiarnos, es normal. Sentimos enojo contra nuestra pareja por el sufrimiento que nos está causando o por no haber evitado la ruptura y contra nosotros mismos, por no habernos dado cuenta de lo que iba a suceder o no haberlo impedido. Tristeza o depresión, por todo lo que perdimos. Miedo o angustia, ante un futuro desconocido y difícil, los problemas que vamos a tener que resolver, el abandono y la soledad, el rechazo o la crítica de la gente, etc.
También sentimos culpa, por haber hecho ciertas cosas o no haberlas llevado a cabo y por el dolor que viven los hijos y otros familiares y vergüenza, por haber "fracasado" ante nuestras propias expectativas y las de la sociedad. Aunque también hay tranquilidad y alegría, porque ya se acabaron los gritos, insultos o conflictos.
No existe un orden lógico para la aparición, intensidad y duración de las emociones. Cada una puede durar horas, días, semanas o meses y en un mismo día podemos estar, por ejemplo, enojados, tristes, contentos y otra vez enojados. Esta falta de control y estabilidad emocional es normal. Sentimos que no podemos confiar en nuestros sentimientos. Cualquier cosa que vemos, oímos, olemos, pensamos, etc., puede disparar una emoción muy intensa, que quizás no sabemos ni de dónde vino.
3. Separación: Supone la aceptación de la pérdida de la relación de la pareja y la unidad familiar. Reina la desorientación y la necesidad de reconfirmar afectos y vínculos preexistentes a la separación, que ahora deberán funcionar como redes de sostén.
4. Desvinculación emocional: Implica la aceptación de la realidad de la pérdida, la renuncia a la fantasía de volver con la pareja, el inicio de nuevos vínculos y la posibilidad de comenzar a pensar en una nueva relación de pareja. Cuando muere el amor, sea cual sea la causa, resulta imposible cualquier comunicación y relación íntima y cariñosa. A nivel cerebral sabemos que fue lo mejor, pero emocionalmente aún sigo ligado a la esperanza. Quizás nuestras emociones son menos intensas o tenemos periodos de tranquilidad y bienestar, pero algunas emociones siguen dominando parte de nuestra vida. Muchas de las decisiones que empezamos a tomar, están basadas en dichas emociones. Pero por lo menos empezamos a organizar nuestra vida.
5. Aceptación/Recuperación: Ya no hay esperanza. Se siente gratitud y se encuentran las ganancias de la pérdida. Poco a poco empezamos a aceptar y a entender lo que está pasando. Podemos dar o darnos diferentes explicaciones o justificaciones sobre los diferentes aspectos y personas relacionados con lo que estamos viviendo. Nuestro mundo empieza a estructurarse y a tener un poco de lógica, pero seguimos sintiéndonos mal. Podemos hablar de recuperación cuando nuestra expareja deja de estar presente emocionalmente en nuestras vidas, ya nos sentimos tranquilos, dejamos de ver hacia el pasado, empezamos a ver nuestro futuro como algo positivo, nos sentimos capaces de resolver los problemas que se nos presentan día a día y podemos disfrutar nuestras actividades y nuestras relaciones, nos hemos perdonado y hemos perdonado a nuestra expareja.
Sería inteligente tener mucho cuidado al respecto, porque las decisiones permanentes basadas en emociones temporales frecuentemente dan malos resultados. Muchas de nuestras conductas pueden tener como finalidad perjudicar o molestar a nuestra expareja, sin darnos cuenta de que, a la larga, pueden tener resultados negativos para nosotros. Es importante recordar que las emociones y los pensamientos no siempre van en la misma dirección. Esta incongruencia podemos verla en las siguientes palabras: "mi cabeza dice una cosa, pero mi corazón me dice todo lo contrario".
Estas etapas no llevan estrictamente este orden, ni tienen una duración promedio, pero sí puedo asegurarte que se alargan sin ayuda.
De hecho, podemos tener la sensación de que estamos peor o de que estamos retrocediendo. Pero todo esto es normal. Cada uno tiene su propio ritmo y sus propias necesidades emocionales. Te recomiendo respetar tu propio ritmo y tu propio proceso. Y si necesitas ayuda, te invito al Taller terapéutico en línea Divorcio emocional. Toda la info al hacer clic en la imagen o aquí: https://www.gabrielatorres.mx/tdeol
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